Marc Richir: el filósofo que refundó la fenomenología: la experiencia de lo sublime.
Comparto la glosa publicada a raiz de su fallecimiento:
Por Iñaki Urdanibia
Amén de sus propios estudios fenomenológicos, por la senda abierta por Edmund Husserl, editó a numerosos autores de tal corriente filosófica y otros en la colección que dirigía, Krisis, de una editorial de Grenoble. Su actividad no se limitaba al ámbito exclusivo de su quehacer especializado sino que su implicación junto a algunos miembros de la desaparecida Socialisme ou Barbarie, muy en especial Cornelius Cstoriadis y Claude Lefort, en la revista de crítica filosófica y política Textures. da muestra de su compromiso cívico con las preocupaciones del presente desde una óptica realmente crítica y rebelde. Tampoco se mostraba ajeno a la deriva, en caída libre, a que se somete a la filosofía por los planes , guiados por la eficacia económica, de Bolonia.
Su carrera dentro de la refundación de la fenomenología que parecía haberse quedado sepultada por la abarcante presencia del marxismo y más tarde del estructuralismo, se inició al filo de los ochenta , momento en que los estudios a partir de los textos de Husserl y Heidegger cobrando amplia presencia, tanto en Bélgica( él mismo junto a J. Taminaux) como en su vecina Francia( H.Birault, G.Granel, F-Dastur, etc.); embarcados en la tarea de superar la metafísica, acabaron pillados en un proceso por repensar la historia de la metafísica.
Precisamente Richir retomaba expresamente la última ontología del autor de « Fenomenología de la percepción », sin que ellos supusiese el abandono de otras fuentes esenciales, como las suministradas por Kant, Fitche y Schelling con el propósito de ir « Au-delà du renversement copernicien » M.Nijhoff, 1976) en donde se dedicaba a intentar dotar de fundamentos a la fenomenología, allá en donde el hombre es conducido a un « sentido salvaje» que se le ofrece y le esquiva al mismo tiempo. Las posteriores obras, « investigaciones fenomenológicas», comienza a asomar su interés porla cuestión de las instituciones simbólicas.
En una decidida línea de fusión entre fenomenología y política, pueden situarse algunas de sus últimas obras en las que retoma , en cierto sentido, el hilo de la segunda etapa del quehacer de Maurice Merleau-Ponty . La época es la del derrumbe del llamado « campo socialista» y los intentos por repensar las instituciones y constituciones políticas proliferaron y Marc Richir mostró sintonía con los postulados de los ex de Socialisme ou Barbarie, con Claude Lefort, ayudante de Merleau-Ponty en sus tiempos, y con Cornelius Castoriadis, dando con sus trabajos continuidad a los postulados de la desaparecida revista y a la vena política apuntada por el autor de « Les aventures de la dialectique».
No se han de obviar otras influencias como las del checo Jan Patocka o Hannah Arendt, pensadores unidos de uno u otro modo con la fenomenología y con el pensamiento de lo político. La búsqueda de un «espacio público de interacción e interlocución», que se preocupase de las cuestiones sociales va a ir cobrando creciente importancia entre los representantes de un concepto político de orientación fenomenológica.
En esta línea de fusión entre fenomenología y política, se ha de destacar una importante obra, verdadera opus magna, que fue publicada en 1991: « Du sublime en politique» ( Critique de la politique Payot) que es un ejemplo de erudición, en el terreno de la historia del pensamiento, y también de colaboración en la elaboración de, lo que podríamos denominar-siguiendo a Michel Foucault – una « ontología del presente»; centrando siempre su mirada en lo que él consideraba el objetivo de la filosofía: la búsqueda del sentido, y no tipo alguno de prescripción. No está ausente esta vena que señalo en sus exploraciones por la obra de Melville ( « Melville. Les assises du monde »Hachette, 1996) en donde hurga en los momentos fundacionales de la humanidad a través de las andanzas del capitán Ahab, en su tenaz persecución de la ballena blanca, y del « bello» Billy Budd en medio de « las infernales e inextricables intrigas que se entrelazan en las familias desde Adán y Eva.
El desencanto es tal vez el precio a pagar por la distancia, sublime, de las miserias de la condición humana>>.; o en su travesía a través de la mitología y las operaciones de recuperación por parte de los Estados, inspirándose en los trabajos de Claude Lévi-Strauss y Pierre Clastres, y situándose en la inmanencia de las « sociedades contra el Estado», centrando su mirada en el caso de los mitos y leyendas de fundación griegos ( « La naissance des dieux» ( Sens& Tonka, 2014)
Así como en otras de sus obras, como queda subrayado, se movía por los pagos del discurso fenomenológico de « vuelta a las cosas», la « epojé», la « intersubjetividad» y otras cuestiones de la corriente en la que se situaba y de la que era indudablemente un consumado experto y dinamizador, en la obra que cito se lanza al ruedo, haciendo accesible su discurso a lectores ajenos al vocabulario técnico de la fenomenología, texto apto para cualquiera que busque explicaciones, o datos que den cuenta de la situación de desbrujule, de crisis, que desde hace años invade nuestras sociedades, haciendo que falten los sólidos principios con los que explicar el presente, el pasado y el futuro, de « falta de credibilidad de los meta-relatos de legitimación» que hablaba el otro ( Jean-François Lyotard).
Para emprender tal proyecto toma impulso en unos análisis históricos previos de algunos estudiosos de la Revolución francesa como Michelet o Edgar Quinet, para posteriormente detenerse en las miradas filosóficas ( Fitche, Hegel, Schelling y Heidegger fundamentalmente) para concluir sumergiéndonos en el vértigo del abismo de la incierta fundación política en su forma moderna.
Realmente sobre lo sublime se ha escrito bastante desde Logino hasta los tiempos dichos postmodernos( ahí están los acercamientos de Jean-Luc Nancy, Philippe Lacoue-Labarthe, Jacob Rogozinski o de Jean-François Lyotard y sus derivas por las obras histórico-políticas de Kant). Fundamentalmente se ha interpretado en el campo de la estética ya que concepto pertenece a tal rama del pensamiento. Kant y Burke dedicaron páginas al tema, y hasta cierto es que crearon ciertos puentes entre la estética y la política que rebasaban los límites del estudio de lo bello…Son pagos de lo inefable, de lo inabarcable de lo grandioso, de lo extremo como decía Walter Benjamín « un ser más allá de toda belleza, lo sublime» y dicho con mayor amplitud y claridad por el conversacional Richard Rorty( de « filósofo de sobremesa» le catalogaba con sorna Gilles Deleuze): « contemplar lo bello es contemplar algo manejable, algo que consta de unas partes reconocibles como organizadas de una forma reconocible.
Quedar asombrado por algo sublime es ser llevado más allá del reconocimiento y la descripción» ( « El pragmatismo, una versión». Ariel, 2000). Así pues lo sublime no es lo bello elevado al grado superlativo, y tanto para Kant como para Hegel, el núcleo fundamental de lo sublime se halla en la lucha, en el combate que se establece entre entendimiento e imaginación.
[ El nexo de unión al que he aludido líneas más arriba entre estética y lo histórico-político puede verse de manera explícita en la obra de Kant, quien preguntándose a ver si la humanidad iba a mejor acababa respondiendo que el « entusiasmo» que habían expresado, no los protagonistas sino, los espectadores de la revolución francesa era el signum rememorativum, demostrativum, pronosticum de que la humanidad apuntaba hacia un horizonte de armonía…Ha de tenerse en cuenta que el entusiasmo es señalada como una de las expresiones de lo sublime por Kant, como argumentaba a mi modo de ver con tino Lyotard, lo que suponía pues la utilización de un baremo estético para juzgar en el terreno histórico-político]. Dejando este excurso-que no me olvido- vayamos a lo que íbamos.
El explícito propósito de Marc Richir es mostrar que « hay una dimensión de lo sublime en el campo de la política, y que ello no puede constatarse obviando las profundas repercusiones en todo lo que concierne a la “ fundación” socio-política…» y ecos de dicha afirmación los halla en la Revolución francesa y en las primeras elaboraciones interpretativas en las obras de Michelet y Quinet, erigidos en verdaderos filósofos de la historia, y desprendidos de la influencia hegeliana van a ver en el movimiento revolucionario una especie de « religión revolucionaria», nueva religión que parecía llevar adelante los sueños de juventud-de reformar radicalmente la sociedad- de Hölderlin, Schelling y Hegel. Y que adoptaban otro sentido en los postulados del utopismo revolucionario de Saint Simon, Fourier y Cabet, aun en sus clamorosos fracasos.
Es en el abismo del acto fundacional en donde Marc Richir va a hurgan, recurriendo a lo sublime, con el fin de aclarar las cosas, al considerar que el concepto convertido en centro de gravedad de su acercamiento puede resultar de innegable potencia, al apuntar en lo que hace a la institución simbólica y fundacional a niveles teológico-políticos. . No se priva el autor de apoyarse en estudiosos de otros horizontes disciplinares como la antropología y la historia, evitando de ese modo la soberbia filosófica de poder abarcarlo todo con su privilegiada mirada ( desde el hiper-ouranós platónico?) ; postura que puede clarificarse de prudente y hasta «pudorosa» por servirse de la expresión de los Alessandro dal Lago y Pier Aldo Rovatti …
La travesía puede traducirse por el empeño de poner ciertas bases, provisionales e hipotéticas, a una nueva filosofía política y una nueva antropología política, para ello tras la visita a los ya nombrados historiadores del XIX, el ajuste de cuentas con ciertas visiones cómplices con el autoritarismo y con la tradición antigua del despotismo y de la teología-política clásica se va a centrar en una análisis riguroso de Fitche, Hegel, Schellin y Heidegger; capítulo aparte, o al menos más amplio, se dedica al autor de « La fenomenología del espíritu» y ello debido a que su sombra resulta francamente alargada y sus prolongaciones se dieron bajo la forma del marxismo, y las sesgadas interpretaciones-consideradas por muchos y por mucho tiempo como la única interpretación válida- de Alexandre Kojève.
Los últimos pasos tras haber desbrozado el camino histórico y filosófico, los da en torno a las posibilidades de cabales explicaciones sobre la fundación política y más en concreto en la referida a la modernidad.
Ya queda señalado, mas no juzgo baladí repetirme: el pensador belga no daba por zanjado el tema( «trabajo fragmentario y paradójico según él mismo lo calificaba) sino que él mismo no se proponía sino ofrecer a los estudiosos-y a la gente comprometida con el análisis social y político- una «caja de herramientas» que pudiera servir para entregar pistas, caminos, nuevas sendas para pensar lo político…para penser autrement…y desde luego lo lograba con su poliédrico trabajo que aporta cantidad de pistas, de caminos, y de avenidas para transitar por estos pagos.
No es puro formulismo ad hoc para el caso, tal vez sea puro egoísmo del que esto escribe: su muerte temprana, a los setenta y dos años, es una verdadera lástima pues si su vida hubiese seguido es seguro que su obra se habría ido perfilando con mayor precisión y su acercamiento hubiese alcanzado cotas de interrogación aún más precisas…en la línea de que la tarea de la filosofía no es entregar la verdad sino cercarla, interrogarla, exprimirla…
Referencia:
Eikasia. Revista de Filosofía, año VI, 34 (septiembre 2010). http://www.revistadefilosofia.com 383
La refundación de la fenomenología trascendentalde Marc Richir:Alexander Schnell
(Université Paris-Sorbonne)