La obra de Denis de Rougemont
pertenece a la de los fundadores de la escuela francesa denominada del personalismo: Emmanuel Mounier, Alexandre Marc. Su principal preocupación fue Europa y fue fundador de la institución
que se concentró en su dimensión cultural.
Su impronta se da en relación personal con las cosas. Para el la persona
es la medida de todo y su pensamiento se opone al individuo masificado. Su
principal preocupación fue la religión por lo que su visión de la persona es antropocéntrica.
El pensador Denis de Rougemont, a partir de su
antropología filosófica personalista de inspiración calvinista y de una razón
práctica de carácter profundamente dialógico, aporta una lectura iusfilosófica
calificable de iusnaturalismo formal o deontológico.
Un derecho natural humano de contenido
histórico y variable, que, a modo de ética pública consensuada por la sociedad
civil en el seno de los Estados democráticos de derecho, sirve de base a un
prolífico civismo ciudadano, además de dar legitimación universal a los
derechos humanos y representar el elemento axiológico ineludible tanto del contrato
político como del conjunto del ordenamiento jurídico.
Percy C. Acuña Vigil
Denis de Rougemont
El pensador suizo Denis de Rougemont, fue sin duda uno de los ensayistas europeos más significativos de este siglo Había nacido en 1906, en Couvet pequeña ciudad cerca a Neuchatel, y desde temprana edad inicia su labor como investigador de la cultura europea Se traslada a París en 1913 y funda allí, con Emmanuel Mounier, la revista Esprit Entre 1936 y 1939 fue redactor en jefe de Les Nouveaux Cahiers, desde la cual difunde, entre otros, el pensamiento del filósofo danés Soren Kierkegaard Luego de una estancia de siete años en Estados Unidos (1940-1947), vuelve a Ginebra y funda el Centro Europeo de la Cultura (1950), del que fue director hasta su muerte.
Ensayista, sociólogo, europeísta e historiador, el famoso escritor suizo Denis de Rougemont (1906-1985) continúa en Los mitos del amor sus reflexiones expuestas en el clásico y famosísimo ensayo, El amor y Occidente (ambos publicados por Kairós).
«La historia del amor es el relato de las tentativas cada vez más desesperadas que hace el Eros para reemplazar una trascendencia mística por una intensidad emocional.»
Publicado en Proceso:
DENIS DE ROUGEMONT: LA PASION DE OCCIDENTE
Armando Pereira
Su obra ensayista se extiende a lo largo de por lo menos treinta volúmenes de lectura siempre inquietante y reveladora Desde su primer libro, Política de la persona (1933) hasta sus últimos títulos: La aventura occidental del hombre (1956), Veintiocho siglos de Europa ((1961), Los mitos del amor (1967), y Diario de una época 1926-1946 (1968), hay una constante preocupación en Rougemont por analizar e interpretar los mitos y leyendas que fundan la cultura europea, dándole una fisonomía muy propia del pensamiento de Occidente.
Tres milenios de Europa, es de sus libros más importantes y que más estimaba este gran europeo. Fue, además, el primer libro suyo publicado en España (por Revista de Occidente, en 1963) y traducido admirablemente por Fernando Vela, sino yerro. Se trata de un gran panorama de la conciencia europea a través de los textos, desde Hesiodo -el primero que escribió el nombre de Europa- hasta nuestro tiempo, en el cual debe alcanzarse la "unidad en la diversidad de la Europa de las Federaciones".
Hijo de un pastor protestante, Denis de Rougemont nunca abandona su visión religiosa del mundo, y serán principalmente los mitos cristianos los que convertirá en objeto de su acuciosa reflexión, o los que le servirán como punto de partida para indagar eso que Occidente es hoy y el largo camino en el que se fue fraguando su imagen, desde la Edad Media hasta nuestros días.
Si en La parte del Diablo (1942) es desde la figura bíblica de Satán donde se analizan los mitos de la modernidad: la Libertad, el Progreso, la Democracia; en El amor y Occidente (1939) —sin duda su libro más hondo y revelador— son la tradición cátara y la leyenda de Tristán e Isolda los núcleos esenciales que le permitirán rastrear, hasta la actualidad, la manera en la que Occidente fue constituyendo su sensibilidad y sus afectos.
Por obvias razones de espacio, no podemos detenernos en cada uno de los avatares que sufrió esa sensibilidad a lo largo de su historia Pero sí podemos, en cambio, referirnos a algunas de las conclusiones a las que accede Rougemont en El amor y Occidente y, a través de ellas, mostrar, aunque sólo sea brevemente y siempre fieles a las ideas del escrito suizo, el abigarrado movimiento afectivo que, desde sus orígenes cristianos define a la cultura occidental
Para Rougemont hay una imagen que sintetiza la concepción que Occidente ha elaborado del amor durante más de ocho siglos: la del amor-pasión, es decir, ese amor que, paradójicamente, sólo sabe realizarse en su imposibilidad.
“El amor feliz no tiene historia —escribe Rougemont— Sólo el amor mortal es novelesco; es decir, el amor amenazado y condenado por la propia vida Lo que exalta el lirismo occidental no es el placer de los sentidos ni la paz fecunda de la pareja Es menos el amor colmado que la pasión de amor Y pasión significa sufrimiento”.
Es una noción que nace de Provenza, en el siglo XII, con el amor cortés, aunque hunde sus raíces aún más atrás, en las sectas heréticas de cátaros y maniqueos, cuyas concepciones contemplan al mundo como obra del mal, de Satán, a la mujer como el instrumento tentador del que éste se vale para precipitar a las almas en la forma material del cuerpo, sujeto a las apetencias carnales y a las leyes de la procreación y de la muerte
Sin lugar a dudas, la condena que cátaros, maniqueos y albigenses hacen del amor carnal encuentra ecos muy fuertes en la lírica provenzal de la época.
El amor que cantan los trovadores es en realidad un amor casto; ahí está la espada que, en el poema de Tristán e Isolda, separa el cuerpo de los amantes La dama a la que canta el caballero es siempre una dama que tiene dueño, y ese dueño no es nunca el caballero mismo De ahí nace la imposibilidad del amor, y es esa imposibilidad la que hace del amor una pasión absorbente.
Para Rougemont “la pasión no es, en modo alguno, esa vida más rica con la que sueñan los adolescentes; es, muy al contrario, una especie de intensidad desnuda y desposeedora; sí, verdaderamente es una amarga desposesión, en empobrecimiento de la conciencia vacía de toda diversidad, una obsesión de la imaginación concentrada en una sola imagen; y a partir de entonces el mundo se desvanece, los demás dejan de estar presentes, no quedan prójimo, deberes, vínculos que se mantengan, tierra ni cielo: estamos solos con todo lo que amamos. Es el éxtasis, la huida en profundidad fuera de todas las cosas creadas” .
Y es que toda pasión se juega siempre en lo imaginario, devora la razón y precipita al sujeto en el delirio, al grado de que ese sujeto puede incluso llegar a prescindir de la presencia de la amada, pues lo que ama en ella no es más que esa imposibilidad que ha hecho nacer en él la pasión que lo rapta Y pasión quiere decir sufrimiento, cosa padecida, absoluto dominio del destino sobre la persona libre y responsable “¿Por qué preferimos a cualquier otro el relato de un amor imposible? Porque amamos la quemadura y la conciencia de lo que se quema en nosotros Vínculo profundo del sufrimiento y del saber
¿Complicidad de la conciencia y de la muerte!”
A través del mito de Tristán e Isolda, mito fundacional en el movimiento de las pasiones de Occidente, Rougemont ha sabido trazar el curso de una historia que llega hasta nosotros y nos toca Lo que tuvo su inicio en Provenza, hace ya varios siglos, con el amor cortés, ha sabido seguir alimentando nuestra cultura a través de movimientos como el romanticismo y las corrientes de vanguardia hasta volverse indistinguible de ella “Definiría gustosamente al romántico occidental —concluye Rougemont— como un hombre para el cual el dolor, y especialmente el dolor amoroso, es un medio privilegiado de conocimiento”
http://www.proceso.com.mx/142642/denis-de-rougemont-la-pasion-de-occidente
Por el Instituto Universitario de Estudios Europeos de Ginebra y el Centro Europeo de la Cultura desfilaron los principales teóricos del ecologismo y prestigiosos científicos que se manifestaron críticos respecto al modelo económico impulsado por el Tratado de Roma. Denis de Rougemont es patrimonio de la cultura ecológica y sus textos, especialmente Lavenir es notre affaire, servirán para orientar la estrategia política del movimiento verde- de ECOROPA.
Denis de Rougemont: 100 años de pasión
Andreas Kurz
Finalmente Marcos concedió el divorcio, Tristán regresó de un viaje de negocios que se había extendido de manera imprevista, e Iseo ya controla los síntomas bipolares manifiestos desde la partida de Tristán. La boda se organiza y nada pasa que la impida. Tristán e Iseo se casan. No hay ceremonia religiosa, se entiende: ella divorciada, por un lado; y por el otro, no quieren callarse los que hablan de un matrimonio ya existente de Tristán con una homónima. Aun así, Tristán e Iseo se casan, y con la señora Tristán, o de Tristán, o doña Iseo de Tristán, el mito se acaba.
El marido procura no escuchar los reproches de la esposa mientras ve, cahuama en mano, cómo México falla el primer penal en la final de Alemania 2006. ¿A dónde se fue el joven pasional de hace diez años, que me regalaba flores a diario y me decía que yo era su vida, me deseaba, y me hacía sentir plena y realizada? Este joven, con playera rota y barba de una semana, se apasiona por el futbol. O por la política, o por el cine, o por los libros, o –el peor pero más frecuente de los casos– por otra mujer. Los roles pueden invertirse, por supuesto, pero no soy de los hombres que se piensan capaces de ponerse en los zapatos del otro género, del Otro.
Las escenas aludidas son clichés, triviales y demasiado cotidianas. Sin embargo, disfrazan mecanismos psicológicos trascendentales y casi místicos. Denis de Rougemont, suizo de nacimiento y uno de los centenarios de este año, se dio cuenta en los años treinta del siglo pasado y escribió Amor y Occidente. Es una obra de juventud, con errores y descuidos, que no refleja los intereses vitales de su autor dirigidos sobre todo hacia la unidad europea, la creación de una sociedad pacífica y pensadora, la búsqueda de una convivencia armoniosa entre Occidente y Oriente. Aun así: Amor y Occidente es el clásico, la gran obra de Denis de Rougemont.
El suizo establece su tesis principal desde el comienzo: el amor pasional es casto y sólo puede realizarse en la muerte. La pasión apunta hacia la nada existencial. En una relación pasional sólo importa la pasión, nunca el Otro. Iseo estorba a Tristán, así como la presencia de éste impide la pasión de aquélla. "Te amo con pasión" puede traducirse como "quítate de mi vista". El sentimiento sufre varios cambios y adaptaciones a entornos nuevos en el transcurso de los siglos; el mecanismo, no obstante, permanece inmutable, siempre cruel e irresoluble. No cabe duda de que la ópera de Wagner resume, mejor que cualquier otra obra artística, el fatalismo constitutivo del mito: un beso "inocente" (en realidad se trata de un beso criminal) inicia la relación pasional –los amantes huyen el uno del otro, es decir, huyen de la aniquilación– y ésta se produce en el último acto de la obra: la muerte de Tristán e Iseo, la ausencia definitiva.
Son pasionales los amores de Werther, de René, de María, y de miles más en la literatura universal. No hay happy end. Apenas el cinematógrafo inventa el final feliz que, por lo regular, se ubica antes del matrimonio. Tendrán hijos y estarán contentos, pero ya no se amarán pasionalmente. No cabe duda: el matrimonio destruye la pasión, pero salva vidas. Aunque, eso sí, necesariamente fracasa. El divorcio es inevitable y no depende de ningún acto jurídico. Vivir lado a lado, durante décadas, sin percatarse ya de la presencia del otro, es divorcio suficiente.
Sin embargo, hay que corregir levemente la afirmación categórica de Rougemont de que no hay texto literario que describa un matrimonio feliz y pasional. Barbey d’Aurevilly, en una de sus Diabólicas, "La felicidad en el crimen", presenta a una pareja que, a pesar de varias décadas de unión matrimonial, se ama con la pasión de los primeros días, son autosuficientes, no necesitan a nadie más, se exentaron ellos mismos de la convivencia social. ¿El problema? Su relación legal sólo fue posible a raíz de asesinar a la primera esposa del hombre: la felicidad se basa en un crimen, la descarga pasional mata, aunque, en este caso, sea a un tercero.
Freud, medio siglo mayor que Rougemont, había anticipado los hallazgos mitológicos del suizo con su hipótesis (nunca la elevó al rango de teoría) del Todestrieb, de una pulsión hacia la muerte. Eros solo no gobierna nuestra psique, necesita de Tánatos como contrapeso. Las pulsiones yoícas pretenden armonizar las tensiones y, por ende, regresar a un estado psíquico antes del surgimiento de éstas. El único estado completamente libre de tensiones es la no-existencia, lo inorgánico. Las pulsiones sexuales representan el principio vital y se oponen a Tánatos. Una vez librada la libido, sin embargo, el Todestrieb predomina, hasta que Eros otra vez haya recargado sus pilas. La biología y la idiomática alemana parecen darle la razón al psicoanalista. Ciertos organismos sencillos mueren después de haberse reproducido. En ellos, Eros sólo una vez tiene el derecho de hacer de las suyas.
Por otro lado, el orgasmo se llama popularmente "la muerte pequeña", en alemán. No sé si existe una forma parecida en español. La expresión parece insinuar que Tánatos ha ganado una batalla, pero que Eros una vez más se recuperará, aunque la victoria final será de Tánatos.
Freud sólo excepcionalmente aplicaba sus teoremas psicológicos al desarrollo histórico y social de su época. Denis de Rougemont sí usa el mito de Tristán e Iseo para explicar grandes acontecimientos históricos, y para profetizar. Y en eso falla. Piensa que, en 1938, no existe ningún peligro de guerra, ya que la "descarga pasional", que había causado todos los conflictos bélicos, se produce en los laboratorios, es decir, mediante la construcción de artefactos de variada índole que regulan y subyugan la pasión pacíficamente. Rougemont se refiere a pan y circo. Se equivocó trágicamente. Sin embargo, setenta años después, en su centenario, la profecía sí parece cumplirse. Peligro de guerra hay en muchos lados, pero, por lo menos en Europa y Norteamérica, millones de gadgets atraen la energía pasional y nos embrutecen dentro de una ilusión de felicidad perpetua, otra forma de muerte, del cumplimiento de la pasión.
"Ay, cariño" –dice la esposa–, qué bueno que ya no me peles. ¿Te sirvo tu chela? Hay un partido padrísimo en la tele. ¿Te la prendo?" Quiere vivir la señora.
http://www.jornada.unam.mx/2006/07/02/sem-andreas.html
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