Memorias de Adriano. Marguerite Yourcenar
Memorias de Adriano. Marguerite Yourcenar / 1951/ Histórica / Francia
Es, sin duda, una de las cumbres de la novela histórica, pero consigue aunar el interés popular con la excelencia literaria.
JESUS PARDO
Las
Memorias de Adriano, de Margarita Yourcenar, son, posiblemente, el
ejemplo más conocido de ese arriesgado subgénero de la novela histórica
que es el llamado «falsas memorias».
Si
al escribir las memorias propias se expone uno a errores de cálculo,
ambientación y exactitud, tanto más ocurrirá esto con personajes tan
lejanos a nosotros como un emperador romano profundamente helenizado y
adicto a cultos orientales como parte de su profundo escepticismo
religioso.
Un crítico francés con quien estoy de
acuerdo, ha observado que su Adriano es un típico caballero francés de
la Corte de Luis XIV.
El Adriano de
Marguerite Yourcenar no es el Adriano histórico, sino un personaje
creado por ella al margen de Roma y los romanos, por más que guarde
cuidadosamente las apariencias con gran erudición suntuaria, social,
histórica y política.
Es un libro insólito
por su refinamiento y hondura, ambientación y lo que podríamos llamar
«pasiva actividad»: tensión dramática conseguida con matices e ideas, no
con movimiento.
La ambigüedad mental y
erótica de Adriano, sus pequeños rencores y sus violentas reacciones,
que nos lo muestran incapaz de detener la disolución, que él intuye
próxima, del mundo en el que vive, están magistralmente captados, a
pesar de muchas inexactitudes, sobre todo psicológicas.
Una
de las más flagrantes de éstas es la idea que Yourcenar atribuye a su
Adriano: «Nuestra técnica no progresa», cosa impensable en una sociedad
esclavista y técnicamente estática, cuyo ejército, por citar la
principal industria romana, que era la guerra, varió muy poco en lo
esencial en los cuatro siglos que duró el imperio de Occidente.
Es
curioso que la fuente principal de Marguerite Yourcenar fuese la
Historia Augusta, obra romana del siglo III de nuestra era que merece
muy poca fe histórica, a pesar de lo cual las Memorias de Adriano se
citan en la Gran enciclopedia del mundo clásico de Pauli Wyszowa como
fuente histórica, lo que no es en modo alguno.
Quizá
se deba esto a que los autores de esa gran obra consideraron el libro
de Marguerite Yourcenar como magistral evocación de un mundo inevocable,
lo que, sin duda, sí que es.
Las Memorias
de Adriano han conseguido una cosa tan difícil como es el compaginar la
excelencia literaria y estética con el éxito popular más halagüeño:
traducidas a todos los idiomas cultos, y con mucho más de un millón de
ejemplares vendidos; esto las hace acreedoras a la más alta categoría a
que pueda aspirar una obra artística: la de obra maestra.
Las
Memorias de Adriano son la obra de toda una vida. De hecho, Yourcenar
pasó casi la suya entera pensándolas, escribiéndolas, repensándolas, y
justifican, sin duda alguna, la vida del escritor más exigente. Junto
con su otra novela histórica, Opus Nigrum, las Memorias de Adriano me
parecen, no ya lo mejor de su autora, sino de lo más importante que se
ha escrito en este siglo.
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