miércoles, 8 de marzo de 2017

Marguerite Yourcenar



Memorias de Adriano 

Memorias de Adriano. Marguerite Yourcenar

Memorias de Adriano. Marguerite Yourcenar / 1951/ Histórica / Francia  

Es, sin duda, una de las cumbres de la novela histórica, pero consigue aunar el interés popular con la excelencia literaria.  


JESUS PARDO

Las Memorias de Adriano, de Margarita Yourcenar, son, posiblemente, el ejemplo más conocido de ese arriesgado subgénero de la novela histórica que es el llamado «falsas memorias».

Si al escribir las memorias propias se expone uno a errores de cálculo, ambientación y exactitud, tanto más ocurrirá esto con personajes tan lejanos a nosotros como un emperador romano profundamente helenizado y adicto a cultos orientales como parte de su profundo escepticismo religioso.
Un crítico francés con quien estoy de acuerdo, ha observado que su Adriano es un típico caballero francés de la Corte de Luis XIV.

El Adriano de Marguerite Yourcenar no es el Adriano histórico, sino un personaje creado por ella al margen de Roma y los romanos, por más que guarde cuidadosamente las apariencias con gran erudición suntuaria, social, histórica y política.

Es un libro insólito por su refinamiento y hondura, ambientación y lo que podríamos llamar «pasiva actividad»: tensión dramática conseguida con matices e ideas, no con movimiento.

La ambigüedad mental y erótica de Adriano, sus pequeños rencores y sus violentas reacciones, que nos lo muestran incapaz de detener la disolución, que él intuye próxima, del mundo en el que vive, están magistralmente captados, a pesar de muchas inexactitudes, sobre todo psicológicas.

Una de las más flagrantes de éstas es la idea que Yourcenar atribuye a su Adriano: «Nuestra técnica no progresa», cosa impensable en una sociedad esclavista y técnicamente estática, cuyo ejército, por citar la principal industria romana, que era la guerra, varió muy poco en lo esencial en los cuatro siglos que duró el imperio de Occidente.

Es curioso que la fuente principal de Marguerite Yourcenar fuese la Historia Augusta, obra romana del siglo III de nuestra era que merece muy poca fe histórica, a pesar de lo cual las Memorias de Adriano se citan en la Gran enciclopedia del mundo clásico de Pauli Wyszowa como fuente histórica, lo que no es en modo alguno.

Quizá se deba esto a que los autores de esa gran obra consideraron el libro de Marguerite Yourcenar como magistral evocación de un mundo inevocable, lo que, sin duda, sí que es.

Las Memorias de Adriano han conseguido una cosa tan difícil como es el compaginar la excelencia literaria y estética con el éxito popular más halagüeño: traducidas a todos los idiomas cultos, y con mucho más de un millón de ejemplares vendidos; esto las hace acreedoras a la más alta categoría a que pueda aspirar una obra artística: la de obra maestra.

Las Memorias de Adriano son la obra de toda una vida. De hecho, Yourcenar pasó casi la suya entera pensándolas, escribiéndolas, repensándolas, y justifican, sin duda alguna, la vida del escritor más exigente. Junto con su otra novela histórica, Opus Nigrum, las Memorias de Adriano me parecen, no ya lo mejor de su autora, sino de lo más importante que se ha escrito en este siglo.

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