miércoles, 28 de diciembre de 2016

¿EN QUÉ CONSISTE EL DIALOGO? El germen de los griegos:



Comparto estos escritos sobre El Dialogo, práctica olvidada, para dejar paso a la confrontación sin valor. Este es uno de los aspectos que se suele emplear hoy día, hay otros aspectos vinculados con el encubrimiento al emplear esta forma para imponer ideas sin convencer ni argumentar con verdad.






¿En qué consiste el dialogo?
Con origen en el concepto latino dialŏgus (que, a su vez, deriva de un vocablo griego), un diálogo describe a una conversación entre dos o más individuos, que exponen sus ideas o afectos de modo alternativo para intercambiar posturas. En ese sentido, un diálogo es también una discusión o contacto que surge con el propósito de lograr un acuerdo.

Diálogo
Un ejemplo de este significado que tiene la palabra que nos ocupa podría ser el que exponemos a continuación: “Los dirigentes de los dos partidos políticos más importantes del país establecieron un intenso diálogo para intentar encontrar una solución y establecer así un acuerdo con el objetivo de mejorar la situación económica”.

Por otra parte, el diálogo se puede describir en el marco de una obra literaria, en prosa o en verso, en la cual se arma una conversación o surgen controversias entre dos o más personajes. Se utiliza como tipología textual en la literatura cuando aparecen dos personajes que hacen uso del discurso diegético y actúan como interlocutores.

En este ámbito literario, tenemos que subrayar la existencia de un autor que estableció el diálogo como género. Este no es otro que el filósofo griego Platón quien cuenta con una interesante obra que se clasifica en cuatro categorías en función de la etapa de su vida a la que corresponden.

Así, en primer lugar estarían los diálogos socráticos que son los textos que realizó durante su juventud y que se centran en cuestiones de carácter ético. En segundo lugar están los trabajos de transición que giran en torno a la política, y la tercera categoría corresponde a lo que son los diálogos críticos que fueron realizados durante su madurez y que se caracterizan porque en ellos habla sobre los mitos y las ideas.

Finalmente la cuarta categoría es la que engloba a los llamados diálogos de vejez. En ellos no sólo vuelve a plantear cuestiones ya protagonistas de anteriores trabajos sino que también apuesta por abordar nuevas temáticas como, por ejemplo, la medicina y también la naturaleza.

Asimismo tampoco hay que olvidar que, a lo largo de la Historia, muchos son los escritores que han utilizado el término diálogo para titular unas obras en las que ellos mismos “conversan” con personajes importantes o con determinados elementos de nuestra vida diaria. Este sería el caso, por ejemplo, de Victoria Ocampo con Diálogo con Borges o de Gianni Vattimo con Diálogo con Nietzsche.

En su uso más habitual, el diálogo es una forma presente tanto en el discurso oral como en el escrito en donde se comunican entre sí dos o más personas. Se trata de un recurso válido y adecuado para intercambiar ideas por cualquier medio, ya sea directo o indirecto.

El diálogo puede ser tanto una conversación amable como una violenta discusión. De todas formas, suele hablarse del diálogo como una exposición e intercambio de pensamientos donde se aceptan las posturas del interlocutor y los participantes están dispuestos a modificar sus propios puntos de vista. Por eso existe un consenso sobre la necesidad de diálogo en campos como la política, por ejemplo.



DIÁLOGO. FILOSOFIA.
Del griego diálogos, derivado de dialégomai, conversar, discurrir. El d. es una forma del discurso racional originado a través de la conversación entre varios interlocutores. Desde un punto de vista filosófico, el término d. puede tener dos significados distintos, aunque conexos entre sí: A) como forma de pensar filosófico. B) Como forma literaria de expresión de este pensar filosófico

1)   En este primer sentido, el d. es un modo de filosofar que implica la discusión y confrontación de una diversidad de opiniones en la investigación y delimitación de los conceptos. El d. se basa en el contraste de pareceres opuestos, para que de él nazca la verdad. Utilizado heurísticamente por Sócrates (v.), fue estructurado por Platón (v.), al que puede considerársele como el primer gran teórico del d.

2)   Dos causas impulsaron a Platón al pensar dialogado. Por una parte, su desconfianza hacia los largos discursos de los sofistas (v.), en los que la plétora retórica encubría la vaciedad del pensamiento (Eedro, 275c); por ello, y pese a los deseos de Dionisio de Siracusa de que el filósofo expusiera su pensamiento en forma de discurso continuado, Platón no renunció al d. (Epístola VII, 341b).

3)    Por otra parte, la índole dialéctica del pensar platónico, que encuentra en el d. su vehículo más adecuado; la dialéctica platónica, que eleva al alma desde el mundo sensible hasta el inteligible, se canaliza a lo largo del pensar dialogado, por lo que Platón dice que el dialéctico es aquel que sabe preguntar y responder, es decir, aquel que es experto en el dialogar (Crátilo, 390c). Y es más, todo el páthos soteriológico platónico parece cifrarse en algunos momentos en el d., como cuando afirma que el dominio del arte del d. es el que puede conducir a que el alma contemple la realidad inteligible, el mundo de las Ideas (República, VI, 511c).

4)    También en S. Agustín (v.), en parte, sin duda, por la admiración que profesó al filósofo ateniense, el d. reviste suma importancia; la vida del alma es un dialogar con ella misma y con la verdad; y este d. del alma humana se funda en la semejanza del alma con la Divinidad, ya que la generación y la procesión divinas no son sino un d. en el que Dios se conoce en el Verbo y se ama en el Espíritu Santo (De Trinitate, IX,7 y XV,14).


    
Actualmente, el valor del d. ha sido renovado en virtud de una consideración relativista de la verdad filosófica y del problema de la comunicación con los otros. Para N. Abbagnano la filosofía, a semejanza de la ciencia, no debe concebirse como un conjunto de verdades absolutas y conclusas, sino como un complejo de afirmaciones meramente posibles y abiertas siempre a una futura renovación y superación; por esto, el pensar filosófico no puede consistir en un monólogo del filósofo consigo mismo, sino en un d. abierto a todos los demás (La metodología delle scienze nella filosofía contemporánea, en Saggi di critica delle scienze, Turín 1950).

En análogo sentido, G. Calogero mantiene la necesidad de revivir el profundo significado que el d. tuvo entre los antiguos (Logo e dialogo, Milán 1950), ya que la filosofía ha perdido su carácter de saber absoluto y necesario, que ha sido sustituido por la relatividad propia de cada filosofía particular, siendo una necesidad de cada filósofo entender el pensar de los demás, entendimiento cuya vía lógica es el d. (Lógica, gnoseología, ontología, Turín 1948).

Una verdadera exaltación del d. como medio de una comunicación existencial entre el yo y el tú es la que se encuentra en Martin Buber (v.); frente al monólogo (y al falso d., al llamado mono diálogo), que distancia a los hombres, el d. auténtico es la más perfecta forma de comunicación, al establecer una viva relación entre las personas (Ich und Du, Leipzig 1922; recogido, junto con otros estudios, en Dialogisches Leben, 1947).    

B) El d. como forma literaria de expresar el pensamiento filosófico ha sido utilizado con cierta profusión por los filósofos. Usado vitalmente por Sócrates, alcanza su perfección en los Diálogos de Platón. Posteriormente, es cultivado por Cicerón, S. Agustín, Nicolás de Cusa, G. Bruno, G. C. Vanini, Berkeley y Hume. Pero es un científico, Galileo (v.), el que con su Dialogo sopra i due massimi sistemi del mondo logra una moderna y difundida renovación del d.
         
BIBL. : A. LÜSCHER, Das dialogische Verhalten, Berna 1937 ; H. LACROIX, Le sens du dialogue, París 1956 ; J. ANDRIEU, Le dialogue antique ; structure et présentation, París 1954.



Textos sobre Platón

Diálogo y filosofía en Platón según E. Lledó
El siguiente texto forma parte de una introducción general a los diálogos de Platón realizada por E. Lledó para la editorial Gredos y reproducido en "La memoria del Logos", Madrid, Taurus, 1966, obra en la que se recogen varios Estudios sobre el diálogo platónico realizados en dos épocas distintas, una más antigua, en la que se analiza el discurso, y otra más reciente que pretende "dialogar con el diálogo, intercalarse en él, como un interlocutor histórico que quisiera mostrar la más hermosa victoria del pensamiento filosófico: su imposible anacronismo", como nos explica el autor en el prólogo.

DIÁLOGO Y FILOSOFÍA
El estilo de Platón se ha considerado frecuentemente como una dificultad para alcanzar su filosofía. Este planteamiento proviene de un típico prejuicio académico, según el cual toda filosofía no podía ceder, para ser realmente filosofía, a la tentación de hacer de la escritura filosófica una entidad suficiente como para alcanzar así un valioso nivel de expresión y belleza. El supuesto rigor filosófico, el absurdo mito de la profundidad, tenía necesariamente que enmarcarse con un lenguaje confuso, enrevesado, que otorgase un cierto carácter misterioso a la comunicación filosófica.

La dificultad de esta filosofía disimulaba, con su ropaje críptico, la más absoluta vaciedad. Lo grave es que una serie de connotaciones mágicas ha ido tiñendo, debido a estos prejuicios, la historia de la filosofía, de tal modo que ha llegado a pensarse muchas veces que cuanto más difícil pareciese un pensamiento, más profundo y jugoso era. No es necesario explicitar más este hecho, que no merecería la pena ser mencionado si no hubiese lastrado, durante siglos, la originalidad y libertad de lenguaje filosófico.

Precisamente, como no hay separación entre pensamiento y lenguaje, el espesor, la vivacidad, la riqueza del lenguaje platónico son, entre otros, una prueba más del volumen, agilidad e importancia de sus ideas.

La escritura de Platón tenía que concordar con la atmósfera de belleza y humanidad que, a pesar de todas las contradicciones, había circundado a las realizaciones del siglo V a. C. y que se prolongará en buena parte del IV. Sería absolutamente anacrónico que una época que había visto desarrollarse a Sófocles, Tucídides, Eurípides, Fidias, Pericles, Sócrates, Gorgias, no se exprese, filosóficamente, como lo hizo Platón. La belleza, claridad y exactitud de su lenguaje no eran otra cosa que la absoluta identificación con la cultura y la vida real de su tiempo.

Pero, además, su lenguaje y estilo constituyen una prueba valiosa que nos hace pensar en el sentido de la filosofía, en las diferencias que presenta, ya en su origen, frente a la historia posterior. En esta historia, por interesantes y curiosas presiones teóricas y sociales, dignas de ser analizadas más detenidamente en otra ocasión, lo que se denomina filosofía ha ido convirtiéndose en un género literario peculiar, importante sin duda, pero radicalmente distinto de aquellas conversaciones surgidas, como al azar, mientras Sócrates se bañaba los pies en el río Iliso. Sin embargo, a pesar de esta aparente ligereza, nadie ha negado que allí, junto a esas aguas, tuvo lugar una de las pocas experiencias filosóficas realmente importantes en la historia de la humanidad.

Otra dificultad que se ha atribuido Platón consistía en considerar la forma de diálogo como algo que entorpecía el contacto directo e inmediato con la comunicación filosófica. El que semejante argumento haya podido formularse repetidas veces, es una prueba más de los prejuicios y anacronismos con que se ha pretendido estudiar la filosofía griega. ¿Habría sido posible que el discípulo de Sócrates hubiese podido elegir otro medio de comunicación? 

¿No era el diálogo la única forma de expresar la historia ideal de Atenas, la vida intelectual de sus habitantes? ¿Qué otra manera había de manifestar comunitariamente lo que pensaban y las cosas de las que hablaban? El diálogo era la forma adecuada de la democracia, y el que un aristócrata como Platón "dialogase" fue una lección más de su magisterio.

El ágora antigua, uno de los lugares en los que Sócrates practicaba sus diálogos y dónde con seguridad le escuchó Platón en numerosas ocasiones. Al fondo la Acrópolis.El encuentro con el pensamiento tenía que darse allí donde el pensamiento se "encontraba": en el ágora, en las calles, en los gimnasios, en la absoluta publicidad de un pensamiento compartido. Tendrían que pasar siglos para que el pensamiento se hiciese subjetividad, monólogo; para que se sintiese a la naturaleza distante y al individuo ajeno; para que el hombre huyese del mundo porque, tal vez, el mundo que buscaba ya no estaba ahí.

Es cierto que Platón comienza a percibir ya esta distancia, pero tendría que pasar todavía la época de Aristóteles y su genial análisis de la naturaleza -sus descripciones de animales en sus obras biológicas-, de las manifestaciones culturales -retórica, poética-, del lenguaje y comportamiento humano -analítica, ética-, para que el griego comenzase a sentir la soledad y la extrañeza. Esa soledad en la que, premonitoriamente, había descubierto la verdadera esencia de la tragedia. 

Precisamente, cuando el héroe trágico alcanza su momento supremo, en el que la tragedia se levanta y lo muestra en la plenitud de su ser, entonces se transparenta también la clave de lo trágico: la soledad. En ese mismo momento comienza su silencio y su aniquilación. Porque la estructura de la psyche griega, para evitar la tragedia, necesita de los otros, se prolonga e identifica con la comunidad, y ésta es el verdadero paisaje que acompaña a toda manifestación de su cultura y a los entramados más sutiles de su pensamiento.

Esta comunidad, en el orden filosófico, la representó para Platón el diálogo. En él conserva, más o menos conscientemente, la vida en la que, esencialmente, se presenta el pensamiento y se fecundan, al entrecruzarse, las ideas. Platón quiere adecuar su obra a una época en la que la filosofía no puede arrancar si no es desde la raíz misma de la comunidad y de sus problemas como tal comunidad. El diálogo nos abre, además, a otro tema capital del platonismo: la dialéctica.

El pensamiento es un esfuerzo, una tensión, y, precisamente, en esa tensión se pone a prueba, se enriquece y progresa. La filosofía para Platón es el camino hacia la filosofía. No es una serie de esquemas vacíos, que brotan, sin contraste, desde el silencio de la subjetividad, sino que se piensa discutiendo, haciendo enredar el hilo del pensamiento en las argumentaciones de los otros para, así, afinarlo y contrastarlo.

Una filosofía que nace discutida, nace ya humanizada y enriquecida por la solidaridad de la sociedad que refleja y de la que se alimenta. Una vez más, la gran oposición entre el camino y la meta, el esfuerzo por llegar y el descanso de la llegada. Por eso, el diálogo es pedagógico, destacan los pasos que han de darse, y no cree, como los falsos educadores, que la ciencia es algo que se pueda imprimir, de pronto, en el espíritu (República, 518b).