Discutiendo La Divina comedia con Dante. Didu Tiezi, An. 2006 |
El guía de Dante por el infierno fue Virgilio, poeta romano del siglo
primero AC. En su poema épico la Eneida, el héroe, Eneas, también es llevado
por un viaje al infierno. Más tarde la representación grafica del lúgubre y
macabro lugar de Virgilio influenció
profundamente a artistas y escritores.
No obstante, el concepto del infierno como un lugar de tormento
también precede a Virgilio. Una serie de antiguas civilizaciones, incluyendo
las de Mesopotamia, India, Egipto y Grecia, poseían el concepto de un
inframundo como parte de su mitología—el reino de los muertos. Estrabón,
geógrafo griego del siglo primero AC, hablaba sobre el valor de dichos mitos,
notando que “los estados y los legisladores los habían sancionado como un
recurso útil”. Luego pasó a explicar que la gente “son disuadidos de
maldiciones cuando, ya sea por medio de descripciones o a través de
representaciones típicas de objetos no vistos, aprenden sobre castigos divinos,
espantos, y amenazas”. Al tratar con lo irrefrenable, la razón o exhortación
por sí sola no es suficiente, escribió Estrabón; “existe también la necesidad
del temor religioso, y este no puede ser despertado sin mitos y maravillas. . .
. Los fundadores de los estados dieron sus sanciones a estas cosas como
espantajos con que ausutar a los ingenuos” (Geografía 1.2.8).
Con el surgimiento de la filosofía occidental a manos de Sócrates
y sus herederos intelectuales Platón y Aristóteles, los conceptos de la vida,
la muerte y el más allá tomó nuevas dimensiones. También en el Oriente, la vida póstuma continuó agitando la
imaginación. Estrabón señaló sobre un grupo de filósofos orientales que “tejen
en los mitos, como Platón, acerca de la inmortalidad del alma y los juicios en
el Hades y otras cosas de ese tipo” (Geografía
15.1.59).
Platón (ca. 428–347 AC) se convirtió en figura clave en el
desarrollo de estas ideas. Su nombre aparece con frecuencia en los escritos de
Agustín, quien señaló había “perfeccionado la filosofía” y que él “es preferido justamente al resto de
los otros filósofos de los gentiles”. Aunque el obispo en ninguna manera
ratificó las ideas de Platón, tomó en gran consideración varias de sus
opiniones filosóficas—“opiniones algunas veces favorables a la verdadera
religión, que nuestra fe absorbe y defiende” (La Ciudad de Dios 8.4).
El resultado ha sido de inmensa importancia para el cristianismo tradicional.
La Stanford Encyclopedia of Philosophy (La
Enciclopedia de Filosofía de Stanford),
que describe a Agustín como un “cristiano neoplatónico”, destaca: “Uno de los
acontecimientos decisivos en la tradición filosófica occidental, fue la eventual fusión generalizada de la
tradición filosófica griega con la religión judío-cristiana y las tradiciones
bíblicas. Agustín es una de las figuras principales a través y por la cual se llevó a cabo esta fusión”.
Uno de los principios fundamentales del pensamiento neoplatónico
adoptado por Agustín, fue que los seres humanos poseen un alma inmortal. Este
fue un paso crucial en su desarrollo de la idea de que los incrédulos podrían
ser confeccionados para soportar el tormento eterno en el infierno.
Estructura de la Obra:
Círculos del Infierno
Entrada al infirno. Gustav Doré. |
Dante Alighieri, en el Infierno, primer canto, describe la visión del propio viaje en el ultratumba. Aquí el Infierno está dividido en círculos que son significativamente nueve, basado en el pensamiento aristotélico-tomistico. La construcción del Infierno está explicada por el autor en el canto XI.
Antes de ingresar a los círculos encontramos la Selva, el Coliseo y la Colina donde Dante se encuentra perdido "en el medio del camino de nuestra vida": detrás de la colina se encuentra la ciudad de Jerusalén,
debajo de la cual se imagina cavada la inmensa vorágine del Infierno.
Entra entonces por la Puerta del Infierno y penetra así en el Anteinfierno. Superando el río Aqueronte en la barca de Caronte entra en el verdadero Infierno.
Ante Infierno
Caronte, el barquero del Infierno. Gustav Doré. |
Ante Infierno Justo después de entrar al Infierno se encontraba un
espacio en el cual penaban las almas que habían vivido sin cometer
méritos ni infamias. Los inútiles, los indecisos, aquellos que a su paso
por el mundo no habían dejado huella estaban condenados a correr sin
reposo, desnudos, perseguidos por insectos y avispas que los picaban en
todo el cuerpo. Su sangre y sus lágrimas, al caer al suelo, alimentaban a
una serie de repugnantes gusanos. Estas almas estaban condenadas a
nunca cruzar el río Aqueronte, pues carecían de la voluntad para tomar
tal decisión.
Algunos de los habitantes de este espacio eran Esaú y Poncio Pilato.
Primer círculo
Se trata del Limbo: en él se encuentran las personas que, no habiendo recibido el bautismo y siendo que nacieron privados de la fe,
no pueden disfrutar de la visión de Dios, pero no son castigados por
algún pecado (por eso es llamado también anteinfierno). Su condición
ultraterrena tiene muchos puntos de contacto con la concepción clásica
de los Campos Elíseos.
Pero según la doctrina cristiana algunas almas pudieron salir del Limbo y acceder al Paraíso: se trata de hecho de los grandes Padres, como Adán, Abel, Noé, Moisés, Abraham, David, Isaac, Jacobo,
Raquel y muchos otros (en el tercer canto también aparece entre ellos el pagano Rifeo) que vivieron antes del Cristianismo pero que Cristo
liberó después de la muerte llevando la insigna de su victoria sobre el
mal y causando entre otras cosas daños físicos al Infierno (por ejemplo
hizo colapsar todos los puentes de las Malebolge, como explica Malacoda a Virgilio en el canto XXI).
Se encuentran aquí: Homero, Horacio, Ovidio, Lucano, Electra, Héctor, Eneas, Julio César, Camila, Pentesilea, Latino, Lavinia, Bruto, Lucrecia, Julia, Marcia, Cornelia, Saladino, Aristóteles, Sócrates, Platón, Demócrito, Diógenes de Sinope, Anaxágoras, Tales de Mileto, Empédocles, Heráclito, Zenón, Dioscórides, Orfeo, Cicerón, Lino, Séneca, Euclides, Ptolomeo, Hipócrates, Avicena, Galeno, Averroes.
Además en el canto XXII del Purgatorio Virgilio nombra compañeros suyos del Limbo en una conversación con Estacio. Ellos son: Terencio, Estacio, Plauto, Vario Rufo (o quizás Varrón), Persio, Eurípides, Antifonte, Simónides de Ceos, Agatón de Atenas, Antígona, Deifile, Argia, Ismene, Hipsípila, Manto (Dante habla de la «hija de Tiresias»: se debe quizás pensar a un despiste dado que ya la encontramos entre los adivinos en Inf. XXVI), Teti, Deidamía.
Véase también: Infierno: Canto Cuarto
Segundo círculo
Aquí comienza el verdadero Infierno: de hecho encontramos a Minos que juzga a los condenados según el mito ya presente en Homero y Virgilio.
En el segundo círculo están castigados los pecadores incontinentes y
en particular los lujuriosos: ellos son empujados por el aire, vencidos
por la tormenta infernal, evidente contrapaso (por analogía) de la pasión que los abrumó en vida.
Están castigados aquí: Semirámide, Dido, Cleopatra, Helena, Aquiles, Paris, Tristán, Paolo Malatesta y Francesca de Rimini.
Véase también: Infierno: Canto Quinto
Tercer círculo
En el tercer círculo, Dante y Virgilio continúan encontrando pecados incontinentes, en particular golosos: ellos están inmersos en el fango, bajo una lluvia incesante de granizo y nieve, y golpeados por Cerbero, guardián de todos los ínferos según la mitología clásica pero aquí relegado a guardián de solo el tercer círculo.
El contrapaso
es más complejo respecto al anterior círculo pero se puede ver igual:
en el fango en el cual están obligados a arrastrarse un antítesis del
uso refinado que hicieron en vida en el sentido del gusto y, en la
avidez del guardián que los maltrata, un reflejo de la avidez y la
codicia. En conclusión, se puede decir que está potenciado al máximo el
aspecto bestial de la avidez de comida, como se nota también en la
degradación que sufre el mismo Cerbero respecto a su breve aparición en
la Eneida
(de hecho, Dante maximizó la monstruosidad del aspecto físico así como
en el objeto que se le tira: una focaccia somnífera en la Eneida, pero
acá un puño de tierra).
Aquí está castigado Ciacco.
Véase también: Infierno: Canto Sexto
Cuarto círculo
Los pecadores
de incontinencia del cuarto círculo son los avaros y los pródigos,
condenados a empujar enormes pesos de oro, divididos en dos grupos que
cuando se encuentran se injurian: la grandeza del peso que los oprime
simboliza la cantidad de bienes terrenales que acumularon o gastaron,
dedicándose enteramente a esto en vida.
El guardián del círculo es Pluto, dios de la riqueza, que Dante confunde quizás con Plutón, rey del Averno.
Véase también: Infierno: Canto Séptimo
Quinto círculo
Este círculo es el último en el cual se encuentran pecadores
castigados por su incontinencia: aquí están los iracundos y los
perezosos, los primeros inmersos y los segundos sumergidos en el pantano
del Estigia.
Los primeros estuvieron inmersos en el fango de su propia rabia, y
ahora se golpean y se injurian eternamente, mientras los segundos
gastaron su vida en la inmovilidad del espíritu, y por eso están
hundidos, privados de aire y palabra así como en vida se privaron de las
obras.
El custodio, también barquero sobre el Estigia, es Flegias, alegoría de la ira: su figura es tomada de la mitología, siendo él el rey de los Lápitas que incendió el templo de Delfos para vengarse de Apolo, que había seducido a su hija, como narran Virgilio y Estacio.
Algunos han planteado la hipótesis de que en el pantano se encuentran los soberbios y los envidiosos,
porque no se encuentran en ninguna otra parte: pero viendo bien son
infinitos los modos en los cuales un hombre puede pecar, y por eso las
culpas están repartidas en grandes categorías, según una justicia divina
inescrutable para la lógica humana. Notamos después como la soberbia y
la envidia serán castigadas en el Purgatorio no como culpas precisas, sino como tendencias del carácter, diferencia que bien distingue a los dos reinos.
Aquí es castigado como iracundo: Filippo Argenti.
Sexto círculo
Dante y Virgilio frente a los Herejes. Gustav Doré |
El sexto círculo está dentro de los muros de la ciudad de Dite, en la mitología homónimo de Plutón, y acá vigilada por una multitud de diablos y por las Furias o Erinias (el primero es el nombre en latín, el segundo griego). Ellas son tres: Megera, Alecto y Tisífone, y son las diosas de la venganza, que personifican el remordimiento por un delito cumplido que perseguía al criminal.
Aquí son castigados los herejes (entre los cuales los epicúreos,
que negaron la supervivencia del alma) en sepulcros en llamas: la idea
probablemente está tomada de la pena a la cual estaban castigados los
herejes en los tribunales terrenales, es decir la hoguera,
en cuanto el fuego era considerado símbolo de purificación y
correspondía a la luz que ellos pretendían expandir con sus doctrinas.
En el Infierno los seguidores de cada secta están juntos, en contraste a
la discordia y a la división que en cambio llevaron en la Iglesia, mientras que el sepulcro alude a la negación de la inmortalidad del alma (aunque no todas las herejías la negaban).
Los heresiarcas no están incluidos en las grandes categorías de la
incontinencia y de la malicia, sino que forman una clase distinta: ellos
de hecho creyeron poder escapar al juicio normativo de Dios, pero no
fueron inmunes del castigo. Naturalmente son distintos también de los
condenados del primer círculo, los cuales no son verdaderos condenados
en cuanto la de ellos fue simple ignorancia, y no una libre elección.
Aquí son castigados: Farinata degli Uberti, Cavalcante dei Cavalcanti, Federico II, Ottaviano degli Ubaldini, Papa Anastasio II.
Séptimo Círculo
Dante y Virgilio frente al Minotauro. Gustav Doré. |
Al séptimo círculo se accede después de haber superado los restos de
una grieta, provocada por el terremoto que movió la tierra al morir Cristo.
Ella marca una neta diferencia de la parte superior del Infierno: de
hecho los condenados de los últimos tres círculos son culpables de haber
puesto malicia en sus respectivas acciones. El custodio del círculo es
el Minotauro, que representa la «loca bestialidad», es decir la violencia que equipara los hombres a las bestias. Aquí son castigados los violentos, divididos en tres grandes giros:
Primer giro
Virgilio saluda a los centauros. Gustav Doré |
Los violentos contra el prójimo, es decir los homicidas y los criminales, tiranos, violadores y bandidos, son inmersos en el Flegetonte, río de sangre hirviente que simboliza la sangre que derramaron en vida, y son atormentados por los centauros,
que también representan la violencia y la fuerza bestial. Los
condenados están inmersos en el río en distintas proporciones según la
gravedad de la culpa, y son golpeados por las flechas de los centauros
si intentan salir de la sangre más de lo establecido.
Véase también: Infierno: Canto Duodécimo
Segundo giro
Los violentos contra si mismos están divididos en dos categorías
netamente distintas por la diversidad de sus penas: los suicidas son
transformados en árboles por haber querido voluntariamente renunciar a
su naturaleza humana, y de hecho no podrán nunca recuperarla: el día del
Juicio Final,
cuando condenados y benditos tomarán sus cuerpos para sufrir y gozar en
modo más intenso, los suicidas se limitarán a colgar a las ramas del
propio árbol el cuerpo recuperado. Ellos son además castigados por las Harpías, criaturas mitológicas con cuerpo de pájaro y cara de mujer, que en la Eneida profetizaban a los troyanos hambre y desgracias.
En cambio los derrochadores, que en vida destruyeron y desgarraron su
sustancia, aquí son desgarrados por perras famélicas. Ellos son
distintos de los pródigos del cuarto círculo ya que no solo no tuvieron
mesura a la hora de gestionar su patrimonio, sino que también tenían
objetivos destructivos, y de esta manera destruían su propia sustancia:
son por lo tanto víctimas de una caza infernal, muy parecida a aquellas
narradas en el medioevo (el ejemplo más famoso se encuentra en el Decamerón de Boccaccio, en el cuento de Nastagio degli Onesti), y de ese modo también acrecientan el sufrimiento de los suicidas.
Aquí son castigados los suicidas: Pier della Vigna y un anónimo florentino. Y los derrochadores Lano de Siena y Jacopo de Sant'Andrea.
Véase también: Infierno: Canto Decimotercero
Tercer Giro
Los violentos contra Dios, la naturaleza y el arte son, de hecho,
divididos en tres grupos: los blasfemos están echados en la arena
ardiente, inmóvil bajo una incesante lluvia de fuego; los sodomitas en
cambio corren incesantemente bajo el fuego, y, finalmente, los usureros
("violentos contra las artes" en cuanto violentos contra el derecho
humano al trabajo) están sentados en la lluvia de fuego. No existe una
guardia para este grupo en específico, pero que hay un guardián del
séptimo círculo completo, es decir, el Minotauro.
El contrapaso una vez más se refiere a las sanciones impuestas en la Edad Media a los crímenes contra los dioses: la hoguera. En el caso de los sodomitas notamos una relación con el episodio de la Biblia de la destrucción de Sodoma y Gomorra
justamente bajo una lluvia de fuego. Se nota también cómo los usureros
son irreconocibles a Dante, que los identifica sólo por el escudo de la
familia, que lo llevan colgado, en una condena global de la sociedad a
la que pertenecen (son irreconocibles también los avaros y pródigos del
cuarto círculo, connotándolos como ciegos por el amor a los bienes
terrenales, que al alejarlos de los bienes celestes distorsiona también
la naturaleza humana).
Aquí se castiga como blasfemo: Capaneo. Son castigados como contra naturaleza: Brunetto Latini, Prisciano de Cesarea, Francesco d'Accorso, Andrea dei Mozzi, Guido Guerra, Tegghiaio Aldobrandi, Jacopo Rusticucci y Guglielmo Borsiere. Y aquí se castigan como usureros a un Gianfigliazzi, un Obriachi y un Scrovegni.
Véanse también: Infierno: Canto Decimocuarto, Infierno: Canto Decimoquinto, Infierno: Canto Decimosexto e Infierno: Canto Decimoséptimo.
Octavo círculo
El octavo círculo aún castiga a los pecadores que usaron la malicia, pero esta vez en modo fraudulento
contra los que no son de confianza. Tiene una forma muy peculiar que
Dante describe con cuidado: está ubicado en un profundo foso en el medio
del cual hay un pozo (la parte más profunda del Infierno); entre el
banco y los pozos se excavan diez inmensas zanjas conectadas por
acantilados rocosos que actúan como puentes (que, sin embargo, el de la
sexta fosa se derrumbó por el terremoto que siguió a la muerte de Cristo):
estas zanjas son las diez fosas del octavo círculo, llamadas
colectivamente "Malebolge", un término acuñado por Dante como los
nombres de los demonios que guardan algunos hoyos, como los Malebranche
de la quinta (bolgia originalmente significaba "bolsa", mientras que su
uso moderno naturalmente deriva de la Divina Comedia). El custodio de
Malebolge es Gerión, símbolo de fraude, según las palabras del poeta que lo presentó en el Canto XVII (v. 7 "imagen sucia de fraude). De hecho, él tiene "cara de hombre justo" y el cuerpo de serpiente (otra imagen emblemática del mal de las primeras páginas de la Biblia),
y su cola bifurcada representa la subdivisión entre el octavo y noveno
círculo, es decir, respectivamente, el fraude hacia quienes no se
confía, y contra los que se confía, mientras que la piel multicolor
representa la diversidad del engaño, como se ve en las diez fosas:
Primera fosa
En la primera fosa se castiga a los proxenetas y a los embaucadores,
es decir, aquellos que sedujeron en nombre de los demás y por cuenta
propia: se dividen en dos formaciones que recorren la fosa, golpeados
por latigazos por parte de "cornudos demonios". El contrapaso es más bien genérico, ya que los azotazos en la Edad Media,
eran un castigo común en muchos tipos de delitos menores: Dante, sin
embargo hace hincapié en la desnudez de los pecadores, que por supuesto
se refiere al mercimonio que hicieron en vida.
Aquí se castiga como un rufián: Venedico Caccianemico, y como seductor: Jasón.
Véase también: Infierno: Canto Decimoctavo
Segunda fosa
En la segunda fosa, tratada en el mismo canto precedente son castigados los aduladores, que se encuentran en excrementos humanos, digno contrapaso por la obscenidad moral de sus pecados.
Son castigados aquí: Alessio Interminelli y Thais.
Véase también: Infierno: Canto Decimoctavo
Tercera fosa
En el hoyo tercero son castigados los simoníacos,
que hicieron mercimonio de los bienes espirituales y sobre todo de
oficios eclesiásticos: ellos están al revés en los agujeros de los que
sólo aparecen los pies, rodeados por las llamas. Ellos que son tan
grandes en bolsas que en vida llenaron de dinero, convirtiendo sus
funciones en favor de los bienes puramente terrenales y no divinos. La
llama que lame sus pies se refiere a la llama del Espíritu Santo que cayó sobre la cabeza de los apóstoles y de María.
Se castiga aquí: Papa Nicolás III.
Véase también: Infierno: Canto Decimonoveno
Cuarta Fosa
En la cuarta fosa se castiga a los adivinos y a los magos,
quienes caminan con la cara distorsionada hacia atrás, en contraste con
el pretexto de ver el futuro: mediante la arrogancia y el engaño de las
personas se proclamaban tener las facultades reservadas exclusivamente a
Dios. Sin
embargo, no deben ser confundidos los astrólogos con los adivinos: en la
Edad Media se consideraba a la astrología una ciencia que trataba de
los astros y sus influencias, y el propio Dante en varias ocasiones se
refiere, por ejemplo, cuando afirma ser nacido bajo Géminis, mientras que la cuestión de cómo estas influencias son consistentes con el libre albedrío se considera, asimismo, en todo caso aquí insiste en el engaño, la pretensión de ser capaz de ver y cambiar el futuro, lo cual es obviamente falso.
Son aquí castigados: Anfiarao, Tiresias, Arunte, Manto, Calcas, Eurípilo, Miguel Escoto, Guido Bonatti.
Véase también: Infierno: Canto Vigésimo
Quinta Fosa
La quinta fosa está compuesta por un lago de brea hirviente en el
cual son inmersos los malversadores, aquellos que tomaron provechos
ilícitos de sus cargos públicos. A cuidar la bolgia hay un grupo de
diablos llamado con el nombre de Malebrache,
que castigan con sus ganchos a los condenadores que intentan salir de
la brea: Dante, con gran despliegue de fantasía, nombre algunos: Malacoda, Barbariccia, Alichino, Calcabrina, Cagnazzo, Libicocco, Draghignazzo, Ciriatto, Graffiacane, Farfarello, Rubicante.
Como los diablos mismos se burlan del condenado, la inmersión en la
brea alude a la vida que tuvieron, mientras que la sustancia será
justificada por su viscosidad, que hace referencia al modo en el que
engañaron a la gente en vida.
Sexta fosa
En el hoyo sexto son castigados los hipócritas,
que están vestidos con pesadas capas de plomo, doradas al exterior, con
evidente alusión al contraste entre la aparición de "oro", agradable,
que los hipócritas muestran al mundo exterior, y sus interioridad falsa,
agobiada por los malos pensamientos: esta pena puede haber sido
sugerida a Dante de la etimología que Uguccione de Pisa
da a la palabra "hipócrita", como algo que una persona que "esconde
algo debajo del oro, bajo una apariencia dorada". Una subcategoría
particular de hipócritas está representado por los miembros del Sanedrín, que condenaron a Cristo a la muerte "en beneficio de todo el pueblo", pero causando la ruina de los Judíos: con evidente contrapaso
están crucificados en la tierra, en medio del camino, de modo que los
hipócritas que se caminan con las capas pesados los pisan. Aquí son
castigados: Catalano dei Malavolti y Loderingo degli Andalò y son crucificados en la tierra: Caifás, Anás y los fariseos.
Véase también: Infierno: Canto Vigésimo tercero
Séptima fosa
En la fosa séptima los ladrones son castigados, colocados entre las
serpientes con sus manos atadas por serpientes, y transformados en
estas: estos animales son el símbolo por excelencia del demonio, del
engaño, como se lee en el Génesis, donde a engañar a Adán y Eva es Satanás
en forma de serpiente. En este caso en particular el uso de este animal
se justifica por la naturaleza insidiosa de los ladrones, cuyas manos
están atadas porque estas cometieron el delito. Además la transformación
de sus figuras se puede interpretar como un contrapaso, precisamente
porque su naturaleza es lo único que tienen en el Infierno, sin embargo,
también son despojados de eso. Guardián y condenado de este pozo es Caco, un personaje mitológico que fue un ladrón y asesino, y que Dante hace centauro,
señalando que no se encuentra con los demás en el séptimo círculo
porque además de ser violento también era ladrón.
Éstos son castigados: Vanni Fucci, Cianfa Donati, Agnolo Brunelleschi, Buoso Donati, Puccio Sciancato y Francesco de' Cavalcanti.
Octava fosa
En el hoyo octavo se castiga a los consejeros fraudulentos, que andan
encerrados en llamas: la lengua de fuego es la imagen de la lengua con
la que pecaron, dando consejos engañosos, y de hecho también tienen
dificultad para hablar, como lo vemos en el diálogo entre Dante y Ulises
y luego entre Dante y Guido da Montefeltro. Se castiga aquí: Ulises, Diomedes y Guido da Montefeltro.
Novena fosa
En el hoyo noveno se castiga a los sembradores de la discordia, que
puede ser sembradores de la discordia religiosa, que es responsable de
los cismas, política, responsable de las guerras civiles,
o más generalmente para los hombres y las familias. Ellos están
mutilados por un demonio que vuelve a abrir sus heridas tan pronto como
se cierran, enfatizando con la separación de sus órganos las perennes
divisiones que causaron en la humanidad. Éstos son castigados: Ali Ibn Abi Talib, Mahoma, Pier da Medicina, Gayo Escribonio Curión, Mosca dei Lamberti, Bertran de Born, Geri del Bello.
Décima fosa
En la última zanja del octavo círculo se castiga a los
falsificadores, que en vida falsificaron cosas, personas, dinero o
palabras. Están sufriendo de enfermedades horribles que les deforman:
los falsificadores de las cosas tienen lepra, los de persona rabia, los de monedas hidropesía y los de palabra fiebre.
Estas enfermedades los desfigura, así como en vida ellos desfiguraron
la realidad. Aquí se castigan como falsificadores de cosas Grifolino d'Arezzo, Capocchio; como falsificadores de persona: Gianni Schicchi y Mirra; como falsificadores de moneda: Mastro Adamo; y como falsificadores de palabra: la esposa de Putifar y Sinón.
Noveno Círculo
El noveno y último círculo del Infierno castiga todavía a los
culpables de malicia y fraude, pero esta vez contra quienes se fiaron.
El noveno círculo está materialmente separado del precedente por un
inmenso pozo, y en la estructura misma del poema está resaltado por la
inserción de un "canto de pasaje", pero igualmente muy importante. En
este pozo están castigados los gigantes,
que están fuera de la estructura ternaria del Infierno de la misma
forma que son extraños a la naturaleza humana, más allá de que se
parezcan: ellos son al mismo tiempo condenados y custodios del último
círculo, que está de esa forma encuadrado por titánicas figuras de
rebeldes contra la divinidad, los Titanes justamente que se rebelaron a Júpiter y Lucifer
que a pesar de ser el más bello y potente de los ángeles se le rebeló a
su creador. Ahora, por contraste por haber querido elevarse usurpando
un poder que no es de ellos, todas estas figuras están inmovilizadas en
los más profundo del Infierno: aquí en particular encontramos a los
gigantes, encadenados a las paredes del pozo desde el ombligo hacia
abajo. Solo Anteo está en parte más libre, dado que no participó en la
guerra de los hermanos contra Júpiter.
Véase también: Infierno: Canto Trigésimo primero
El último círculo está constituido por un inmenso lago de hielo, llamado Cocito, formado así gracias al movimiento de las alas de Lucifer. Están aquí castigados los traidores
de quienes se fiaron, simbolizado por la frialdad del hielo, así como
fueron fríos sus corazones y sus mentes en pecar, en contraposición a la
caridad, tradicionalmente simbolizada por el fuego. Pero se puede notar un contrapaso
también en la materia misma del poema: si su aislamiento respecto al
resto del Infierno esta enfatizado por la inserción de un canto y de un
nuevo proemio
al inicio del sucesivo, el clima traicionero en el cual actuaron en
vida estos condenados está bien representado con el clima que Dante
recrea, clima de silencios y de tácitos, que no dice casi nunca
abiertamente el pecado por el cual están castigados, y que cuando se
alarga en un discurso más amplio parece querer esconder los detalles
importantes, como en el discurso del conde Ugolino, que narrando su muerte no dice cual fue su culpa, ni en qué forma el arzobispo
los traicionó. Además el Cocito está dividido en cuatro zonas, sin
embargo, en contraste con la gran variedad de culpas y penas en
Malebolge y en general en los círculos precedentes, es sustancialmente
uniforme: casi igual es la pena, como igual fue la culpa: se nota de
hecho que, más allá de la superficial subdivisión de estos condenados en
traidores de los parientes, de la patria etc, incurrieron en sus vidas
en más de una traición. Quien traicionó a sus parientes traicionó al
mismo tiempo al partido (los hermanos Alessandro y Napoleone degli Alberti) o húespedes (Fray Alberigo y Branca Doria), Ganelón traiciona al rey Carlomagno que es también su tío, Bruto traiciona a César que es también su padre, etc.
Primera zona
La primera zona del noveno círculo es la Caina, llamada así por Caín,
que mató a su hermano Abel. Justamente aquí están los traidores a los
allegados, sumergidos en hielo hasta la cabeza con la cara hacia abajo.
Aquí se castiga a Alessandro Alberti, Napoleone degli Alberti, Mordred, Vanni de' Cancellieri, Mascheroni Sassolo y Camicione de' Pazzi.
Véase también: Infierno: Canto Trigésimo segundo
Segunda zona
La segunda zona del noveno círculo es la Antenora, que debe su nombre al troyano Antenor
que traicionó a su ciudad: aquí están, de hecho, los traidores al
partido sumergidos con la cara hacia arriba, o con hielo que cubre la
mitad de la cabeza. Aquí son castigados: Bocca degli Abati, Buoso da Duera, Tesauro dei Beccaria, Gianni de' Soldanieri, Ganelón, Tebaldello Zambrasi, Ugolino della Gherardesca y Ruggieri degli Ubaldini.
Tercera Zona
El tercer lugar del noveno círculo es la Tolomea que lleva su nombre en honor al rey egipcio Tolomeo que traicionó al huésped Sexto Pompeyo
(o deriva el nombre del gobernador de Jericó, que traicionó y mató a su
suegro Simón Macabeo, Sumo Sacerdote, y a sus dos hijos). De hecho aquí
están los traidores de los huéspedes, sumergidos en el hielo con la
cabeza echada hacia atrás, para que se les congelen las lágrimas en los
ojos, evitando dar rienda suelta a la pena en lágrimas. Aquí son
castigados: Fray Alberigo y Branca Doria.
Véase también: Infierno: Canto Trigésimo tercero
Cuarta zona
La cuarta área del noveno círculo es la Judeca, llamado así por Judas,
que traicionó a Jesús, benefactor de la humanidad. Aquí están los
traidores de los benefactores, plenamente inmersos en el hielo, pero en
diferentes posiciones, "Unas están yacientes; otras erectas, / ésta
cabeza abajo, aquella de pie, / otra, como un arco, el rostro al pie
devuelve" (vv. 13 - 15). Estas cuatro posiciones tienen significados
diferentes, a saber, los que "yacen" traicionaron a sus pares, aquellos
con la cabeza hacia arriba han traicionado a sus superiores (por
ejemplo, a sus señores) y los que tienen los pies hacia arriba a sus
inferiores (por ejemplo, a sus súbditos), mientras que los que están
doblados habrían traicionado a ambos (Francesco da Buti). En el infierno más profundo, castigados por el mismo Lucifer,
el primer gran traidor, están los traidores de las más altas
instituciones, creadas bajo la voluntad de Dios para el bien de la
humanidad: ellas son tres, y por lo tanto son tres las bocas de Lucifer
en el que son masticados, en analogía evidente con el concepto de unidad
y la Trinidad de Dios. Lucifer, el principio de todo mal, tiene en la
boca central a Judas Iscariote, el traidor de Cristo,
que desciende de él la autoridad espiritual, desgarrado su cuerpo con
los dientes. En las bocas laterales, con la cabeza hacia afuera, están Marco Junio Bruto y Cayo Casio Longino,
que conspiraron contra César y, por lo tanto traidores del imperio.
"Las dos máximas potestades fueron ambas preordenadas por Dios como
guías a la humanidad para conseguir respectivamente la felicidad
ultramundana y aquella terrenal" (Natalino Sapegno).
Véase también: Infierno: Canto Trigésimo cuarto
Bibliografía
- Comentarios de la Divina Comedia:
- Umberto Bosco y Giovanni Reggio, Le Monnier 1988.
- Anna Maria Chiavacci Leonardi, Zanichelli, Bologna 1999.
- Emilio Pasquini e Antonio Quaglio, Garzanti, Milano 1982-20042.
- Natalino Sapegno, La Nuova Italia, Firenze 2002.
- Vittorio Sermonti, Rizzoli 2001.
- Andrea Gustarelli y Pietro Beltrami, L'Inferno, Carlo Signorelli Editore, Milano 1994.
- Francesco Spera (a cargo de), La divina foresta. Studi danteschi, D'Auria, Napoli 2006.
Véase también
- Infierno
- Infierno (La Divina Comedia)
- Personajes del Infierno
- Cornisas del Purgatorio
- Cielos del Paraíso
PERSONAJES:
Dante Alighieri: el propio autor es el protagonista de la historia.
Virgilio: poeta nacido en el 70 aC. y muerto en el 19 aC., famoso por su obra Eneida. En esta historia, representa la Filosofía.
Beatriz: hija de un noble florentino y amada por Dante. En esta historia representa la Teología.
Lucía: Santa Lucía de Siracusa, patrona de los ciegos. En la historia representa la gracia iluminante.
Caronte: hijo de Erebo y de la Noche. Encargado de cruzar las almas de los muertos a través de la laguna Estigia, que separaba la vida de la muerte.
Minos: legendario rey de Creta, hijo de Europa y de Zeus. Sabio legislador y juez del Infierno.
Francesca de Rímini: hija de un noble, amigo de Dante, y casada por motivos políticos con Gianciotto Malatesta, señor de Rímini.
Paolo Malatesta: hermano del esposo de Francesca, quien a ésta se unió amorosamente.
Cerbero: también Cancerbero. Perro de tres cabezas que guarda las puertas del Infierno, una vez que se ha cruzado la laguna Estigia. Dante lo hace guardián únicamente del círculo de los glotones.
Pluto: dios romano de las riquezas, hijo de Deméter y de Casón.
Flegias: uno de los hijos de Marte. Vengó una afrenta hecha por Apolo a su hija Coronide, incendiando su templo de Delfos.
Farinatta degli Uberti: uno de los personajes más importantes de la Florencia del siglo XII.
Minotauro: monstruo con cuerpo de hombre y cabeza de toro, hijo Pasifae, y muerto por Teseo.
Brunetto Latino: florentino nacido alrededor de 1210. Excelente político humanista, así como intelectual. Mantuvo relaciones cordiales con el joven Dante, quien conservaba por él un enorme cariño, aunque cometió el pecado de la sodomía.
Gerión: monstruo con cuerpo de serpiente y rostro humano. Símbolo del fraude.
Catalano dei Catalani y Loderingo degli Andalo: militares y religiosos pertenecientes a la Orden de Los Frailes Gozosos o Caballeros de la Gozosa Virgen María, que debía evitar las disensiones civiles en Italia.
Mahoma: fundador del islamismo.
Nembrot: gigante que ordenó construir la torre de Babel.
Efialte: gigante, hijo de Poseidón. Intervino en la famosa batalla contra el Olimpo, poniendo el monte Osa sobre el Pelión.
Anteo: gigante, hijo de Poseidón y de Gea, a quien ahogó Hércules entre sus brazos. Catón de Utica: también Marco Porcio. Biznieto de Catón el Censor y defensor de la libertad contra César. Se suicidó antes de caes en las manos de éste. Sordello de Goito: trovador mantuano del siglo XIII, que raptó a la bella Cunizza da Romano y anduvo errante por las principales cortes de la época, siendo muy apreciado como hombre de armas y como poeta por Carlos de Anjou.
Matilde: representate de la santa felicidad terrena. El grifo: animal fabuloso, mitad león, mitad águila, que aquí simboliza a Cristo con su doble naturaleza. Santo Tomás de Aquino: nació en 1225 y perteneció a la Orden de los dominicos. Fue el más grande teólogo y filósofo de su siglo. Su doctrina, inspirada en Aristóteles, lleva el nombre de tomismo.
Bibliografía.- ALIGUIERI, Dante: La Divina Comedia; adaptación de F.J. Fernández Defez. México: Selector, 2004.
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