domingo, 8 de enero de 2017

Leopold von Ranke: Historiografía:

Leopold von Ranke
Padre de la historiografía moderna.



Existen pocos historiadores en la historiografía moderna que hayan ejercido mayor influencia que Leopold von Ranke. Fue tal la “revolución” que provocaron sus obras y el tratamiento dado a las fuentes que algunos estudiosos han fijado en 1824, con la publicación de Historia de los pueblos latinos y germánicos de 1494 a 1514, el inicio de la historia científica moderna. Su vida está estrechamente ligada al mundo académico y a los hasta entonces desconocidos archivos históricos y diplomáticos.

Leopold Ranke nació el 21 de diciembre de 1795 en Wiehe, población situada cerca de Halle en la Turingia sajona. Su padre era abogado, aunque provenía de una familia de ministros luteranos. De niño fue testigo de las victorias napoleónicas de Jena y Austerlitz, cuyos campos de batalla estaban cerca de su casa. Cursó los estudios de secundaria en Schulpforta, una de las escuelas más prestigiosas de Alemania, donde profundizó en las lenguas y literatura antiguas. Posteriormente acudió a la Universidad de Leizpig, impregnada en aquellos momentos de espíritu humanista y protestante, donde continuó sus estudios sobre filología clásica, teología y humanidades.

A los 23 años inició su trayectoria docente como profesor de lenguas clásicas en Frankfurt an der Oder donde entró en contacto con los grandes intelectuales germanos de la época. Allí impartió clases durante siete años hasta que el éxito de su primera obra Historia de los pueblos latinos y germánicos de 1494 a 1514, publicada en 1824, supuso su nombramiento como profesor extraordinario de la Universidad de Berlín al año siguiente. La importancia de este trabajo no radica tanto en su contenido como en el novedoso apéndice técnico que incorpora. Con él, Leopold von Ranke, influido por el pensamiento histórico de Barthold Georg Niebhur, enuncia los principios rectores de su método de trabajo que quedan resumidos en el prólogo de la obra: “Se ha dicho que la historia tiene por misión enjuiciar el pasado e instruir el presente en beneficio del futuro. Misión ambiciosa, en verdad, que este ensayo nuestro no se arroga. Nuestra pretensión es más modesta: tratamos, simplemente, de exponer cómo ocurrieron, en realidad, las cosas”.



En 1827 publicó Los otomanos y la monarquía española de los siglos XVI y XVII, que pretendía ser el primer volumen de una serie de estudios bajo el enunciado de “Príncipes y pueblos de la Europa del Sur en los siglos XVI y XVII”. El prestigio obtenido con sus dos primeras obras hizo que el gobierno prusiano le financiase unos viajes a las principales cortes europeas para investigar sus archivos, entre los que se incluían los documentos diplomáticos venecianos. Durante el tiempo que permaneció en Viena escribió Historia de las revoluciones en Serbia. Regresó a Berlín en 1831 y allí fijó su residencia, tan sólo interrumpida por sus prolongados viajes al extranjero en busca de nuevas fuentes de investigación, hasta su muerte.

Nombrado profesor ordinario de la Universidad de Berlín en 1834, un año más tarde comenzó a preparar la que quizás sea su obra más importante, Historia de los Papas (publicada en 1837). En un principio estaba pensada para continuar la serie de “Príncipes y pueblos” pero finalmente optó por editarla como un estudio independiente. El interés del historiador alemán, tras una pequeña introducción sobre la Iglesia durante la Edad Media, se centra en los papados de los siglos XVI y XVII, momento en que se constituyen los Estados Pontificios y aparecen los movimientos de la

Reforma y de la Contrarreforma. En el prólogo de la obra von Ranke explica los motivos que le han llevado a publicarla: “¿Qué es, ciertamente, lo que en la actualidad puede prestar interés al poder papal? No relación alguna con nosotros, ya que no ejerce ninguna influencia importante; tampoco preocupación de nuestra parte, ya que los tiempos en que algo podíamos temer han pasado y nos sentimos seguros. Sólo puede interesarnos su desarrollo histórico y su acción sobre la historia universal”.

Las críticas que recibió por algún sector protestante, que le acusaba de ser demasiado benévolo con el Papado, hicieron que publicase, entre 1839 y 1843, la Historia de Alemania en tiempos de la Reforma. La principal fuente de información que utilizó para prepararla fueron los archivos de la Dieta Imperial y los informes remitidos por sus integrantes a sus respectivos Estados, documentos que hasta ese momento habían sido poco estudiados. La repercusión de esta obra en Alemania fue espectacular y Prusia, que en esos momentos empezaba a despuntar como potencia europea, le nombró “historiador del reino” en 1841 y le encargó la elaboración de una historia de la nación prusiana, que von Ranke concluyó en 1848.

En las décadas de los 50 y 60 redactó sendas historias sobre Francia e Inglaterra, gracias a los contactos y a la información obtenida en sus viajes a las cortes de ambos países. La primera de ellas, escrita entre 1852 y 1861, tiene como punto de partida el inicio del siglo XVI, cuando el tránsito entre la Francia medieval y la moderna contempla la consolidación de un sólido sistema monárquico, iniciado siglos atrás por Felipe II (Felipe Augusto). En la Historia de Inglaterra von Ranke se interesa más por el funcionamiento de la monarquía parlamentaria y las dos revoluciones del siglo XVII.

Estas dos obras serán las últimas que escriba sobre las grandes potencias europeas durante los siglos XVI y XVII. En 1865 añadió a su apellido la partícula (de nobleza) “von”.
Von Ranke dedicó los últimos años de su vida a la enseñanza, a la publicación de nuevas obras como

Aportaciones a la historia de Alemania, Historia de Wallenstein o Los orígenes de las guerras de la Revolución, y a la elaboración de una historia universal que sería su legado. Murió el 23 de mayo de 1886 en Berlín dejando esta última obra inacabada.

A Leopold von Ranke se le considera el fundador de la historia científica en Alemania y del historicismo: todos los grandes historiadores germanos del siglo XIX fueron, antes o después, discípulos suyos. Aunque sus planteamientos no eran del todo novedosos, pues la escuela de Göttingen ya había enunciado a finales del siglo XVIII alguno de los principios desarrollados por el historiador alemán, será él quien los perfeccione y generalice. Sus obras contribuyeron de forma decisiva a impulsar un método de estudio crítico a partir de las fuentes escritas, dando prioridad a los documentos que proporcionen información fidedigna sobre las instituciones analizadas y que faciliten la comprensión de los motivos que impulsaron a los actores a actuar de un modo u otro.

De la extensísima producción de Leopold von Ranke destaca una constante reproducida en cada uno de sus libros: el tratamiento riguroso de las fuentes que consultó y sobre las que basó sus estudios.

Von Ranke, historiador puro que dedicó toda su vida a esta disciplina, impuso un método de análisis de las fuentes que, aunque hoy nos parezca lo normal, en aquel momento supuso un avance de gigante para la historiografía; hasta entonces los historiadores habían utilizado como fuentes principales las obras de otros historiadores y su labor se limitaba a corregir los errores de sus predecesores.

El ideal del historiador alemán exige, sin embargo, que éste busque en todo momento “los hechos mismos en su comprensibilidad humana, en su unidad y en su plenitud”. Para él la presentación estricta de los hechos es una ley suprema de la historia: que sean múltiples o infinitamente variados no significa que deba renunciarse a su estudio. Este método privilegiaba la autoridad del testimonio más cercano a los sucesos como medio certero para conocer la verdad del sentido original del texto.

La verdad, afirma, reside “detrás de las formas de la vida en cuanto espíritu, idea, principio”. Por tanto la misión de la historia será comprender esos hechos y, lo más importante, explicarlos mediante la rigurosa fidelidad a los acontecimientos. De no actuar así, la historia científica es imposible.

La cita (“wie es eigentlich gewesen”) condensa la idea que Leopolod von Ranke tenía sobre el objetivo del estudio de la historia. Aunque su interpretación no está exenta de polémica, generalmente se considera que con aquella frase pretendía que el historiador no juzgase el pasado, sino que se limitase a relatar lo ocurrido en un momento pretérito dado, es decir, a describir los hechos tal como “sucedieron realmente”, sin que influyeran las opiniones, juicios de valor o algún elemento que denote cualquier tipo de preferencia. No obstante, también mantuvo una visión más extensa, en la que el historiador alemán ampliaría el campo de estudio para captar y reflejar los sentimientos que se encontraban detrás de las decisiones de quienes las adoptaban.

Una vez que se fijan los hechos, cuando éstos emergen con seguridad de los documentos, puede y debe el investigador comenzar la reconstrucción de la realidad. Pues detrás de los actos y de sus autores, de los sucesos y de los personajes se proyecta la acción de los grandes poderes históricos que influyen y guían las acciones de los hombres. Para von Ranke lo individual significa la variedad de la realidad. El problema de la historia, después del análisis crítico de la documentación, se materializa en configurar las distintas corrientes que emanan de las “tendencias”. El conocimiento histórico implica la búsqueda de la unidad en el decurso del tiempo, para lo que han de conjugarse fenómenos singulares con líneas de tendencia generales.

La historia para von Ranke es obra de “individualidades”, entendidas estas no tanto como “grandes hombres” sino como naciones, épocas del pasado y, especialmente, Estados. Así lo manifiesta en la Historia de los Papas: “Es indudable que son siempre las fuerzas del espíritu vivo las que mueven al mundo en sus goznes. Preparadas por los siglos precedentes se alzan en el tiempo oportuno, conjuradas por poderosas individualidades, de las profundidades insondables del espíritu humano”.

Cada una de estas “individualidades” tiene su propia peculiaridad intrínseca y entra en conflicto con las otras. Su supervivencia o desaparición, en sintonía con los organismos biológicos, depende en gran medida de su capacidad de adaptación y de su potencial. Los Estados se presentan como los principales protagonistas de la historia: de ahí que el historiador alemán priorice el estudio de la historia política y de la historia religiosa frente a otras aproximaciones.

Pero tampoco debemos olvidar la importancia que tiene el hombre, en concreto los hombres de Estado, dentro de la obra de von Ranke. Así lo expresa en su Historia universal: “No son las tendencias generales las que deciden en el proceso de la historia: siempre son necesarias grandes personalidades para hacerlas valer”. Las decisiones de estas figuras preeminentes condicionan de manera decisiva el discurrir de los acontecimientos y el historiador alemán otorga una especial relevancia a sus acciones. Y en medio de todos los factores que integran el pensamiento de von Ranke, en el que hombres, Estados y pueblos interactúan, emerge un denominador común: Dios, que cuida de dar un sentido a la historia. En palabras del historiador alemán, “Pero yo afirmo: toda época está en relación directa con Dios y su valor reside, no en lo que resulta de ella, sino en su propia existencia, en su propio yo”.

Biografía
info@metahistoria.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Agradeceremos aportes constructivos.

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.